Dos lecciones de Antonio Zirión
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Resumen
El nombre de Antonio Zirión significó algún tiempo para mí prácticamente lo mismo que Edmund Husserl. Yo veía en ese profesor alto, algo reservado y de mirada profunda y analítica, la encarnación mexicana del fundador de la fenomenología. Tenía en mi mente la idea de que era el cancerbero protector de la ortodoxia husserliana y que defendería a capa y espada que las palabras del maestro fundador de la fenomenología fueran fielmente comprendidas, difundidas y vividas. Pronto, sin embargo, después de comenzar a tratarlo –y no demasiado después, a decir verdad–, Zirión dejó de significar Husserl y comenzó a significar Zirión; y el primer detonante de ese cambio, de ese viraje de los prejuicios hacia las cosas mismas, ocurrió cuando lo escuché decir en un comentario bastante casual y sin mayor pretensión, que aún no había entendido cabalmente a Husserl, es decir, que había asuntos, problemas, nociones, conceptos de Husserl que todavía no lograba comprender.